Ya
en tiempos de los romanos existía en nuestra Península una incipiente
organización para la transmisión de información y órdenes
entre las distintas administraciones. El cursus
publicus, como se denominaba, recorría toda la geografía de Hispania a
través de una cuidada red de caminos portando los mensajes para el ejército o
los administradores romanos.
Posteriormente,
durante la Edad Media, los numerosos reinos en los que se dividió España
crearon sus propios sistemas de correo, yendo los mandaderos de una corte a
otra con los encargos de sus reyes.
En
la España de los Reyes Católicos se instituyó el cargo de correo mayor y, más
adelante, los Austria concedieron este oficio en exclusividad a la familia
Tassis.
Ya
a partir del XVIII, los Borbón establecieron un servicio oficial de
distribución, con carteros profesionales y unas marcas de salida en las cartas.
En concreto, el servicio actual se configuró en 1756, con la creación del
oficio de cartero, perfeccionando su organización con la instalación de los
primeros buzones en 1762, la dotación de flota propia de transporte para la
correspondencia y el nacimiento del sello como medio de pago en 1850, el
establecimiento de la primera conducción de correo ambulante en 1855, el
reparto postal diario en 1880, etc., etc.
En
lo que más nos ocupa, el servicio diario de correos entre Llerena-Azuaga y
Azuaga-Llerena (con paradas en Ahillones, Berlanga y Granja, tanto a la ida
como a la vuelta), se inició en 1886, según se contempla en la Gaceta de Madrid
(actual BOE), en su edición de 10 de Octubre, según el texto que sigue:
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