No quería dejar que transcurriera el año jubilar
sin implicarme en esta importante
efeméride. Y en ello estaba, cuando el amigo Manolo Martínez Gala me sorprende con
un regalo, el magnífico libro de don Vicente Sánchez Ramos “Stmo. Cristo del
Humilladero de Azuaga. 400 años de sentimiento popular (1615-2015)”, presentado
el 6 de diciembre último.
Felicitamos a don Vicente por esta importante
aportación en pro de la cultura popular azuagueña, esperando que su esfuerzo
sirva de ejemplo para otros interesados por el desprendido afán investigador de
la intrahistoria. También le agrademos este regalo navideño, que leeremos con
avidez.
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(Fotografía tomada de la obra de don Vicente, pág. 81)_____________________________________
Azuaga, como pueblo prestigioso dentro del contexto de la antigua Provincia de León de la Orden de Santiago en Extremadura, nunca tuvo una feria o mercado destacable durante el Antiguo Régimen (desde el reinado de los Reyes Católico hasta la muerte en 1833 de Fernando VII), especialmente si tomamos como referencia la importante feria comarcal de Guaditoca (Guadalcanal), celebrada durante la Pascua de Pentecostés en los alrededores de la ermita de su nombre (Maldonado Fernández, M. “La feria de Guaditoca”, en Actas de Congreso Internacional 550 Feria de San Miguel, Zafra, 2004), y las de San Juan y San Miguel, estas dos últimas celebradas en Zafra, centro administrativo del vecino territorio del señorío y ducado de Feria.
No existieron por estos alrededores otros
eventos feriales destacables distintos a los citados. Aquí en Azuaga se celebraba
desde principios del XVII algo parecido a una feria, sin autorización real expresa,
durante los días festivos señalados en honor del Santísimo Cristo del
Humilladero, que desde la segunda década del XVII se conmemoraba el 16 de junio
de cada año, fecha del primero de los milagros de tan santa imagen. Desde
entonces, en dicho día tenía lugar un importante mercado, destinando el cabildo
concejil las alcabalas recaudadas por las distintas transacciones comerciales
para fomentar el culto al Santísimo Cristo, o para colaborar en las continuas
obras de remodelación y ampliación de la fábrica de su significativo templo.
Esta costumbre ancestral, de la que los
capitulares de 1776 manifestaban desconocer su origen, fue entonces contestada
enérgicamente por uno de los regidores, don Juan Perozo, en la sesión capitular
convocada para el 15 de junio del citado año (Archivo Municipal de Azuaga, Sec.
Actas Capitulares, leg 35, fotograma 801 de la edición digital). Se quejaba el
tal Perozo de que el mayordomo del Santísimo Cristo del Humilladero cobrara las
citadas alcabalas, costumbre que redundaba en perjuicio de los contribuyentes,
que debían compensarla aportando mayor cantidad de impuestos. Tuvo como
respuesta la negativa del resto de los capitulares, manifestando que la
costumbre se seguía:
…atendiendo
a la antigua posesión en que dicho Divino Señor se halla, ygnorando la razón o
motivo que a este vecindario asistió para zeder este derecho a favor de su
favor, e igualmente (desconocían) por qué tiempo fue dicha zesión para cuya
execución se promete se celebraría cabildo avierto, el que para su rebocación
es indispensable individual instrucción para resolver, máxime quando la
instancia no viene documentada...
Por ello, en contra de la airada y aislada
pretensión del regidor Perozo, los otros ediles acordaron:
…que en
calidad de por ahora, y hasta la ventilación deste particular, subsista dicho
maiordomo en la posesión que se halla de cobrar dicha alcavala y, más bien
informados dichos señores, resolverán o consultarán a tribunales competentes la
duda que se les ofrezca, documentándola en forma…
Con independencia del asunto alcabalatorio,
coincidiendo con los días festivos señalados en honor del Santísimo Cristo
solían celebrarse ciertos festejos taurinos, generalmente reducidos a la suelta
y encierro de reses bravas, aunque en algunas ocasiones, cuando se trataba de
hacer caja con alguna finalidad, se acostumbraba a lidiar alguna res al estilo
de la época. La primera noticias que hemos recogido al respecto la encontramos
en el acta de la sesión capitular correspondiente al 11 de junio de 1620 (leg.
5 fot. 62 de la edición digital), en cuyo desarrollo los capitulares tomaron el
acuerdo de que, para regocijo de la villa
y sus vecinos, se lidien toros el sábado venidero (…) con cargo a los bienes
del concejo, que montará las barreras…
Estos festejos en
honor del Santísimo Cristo fueron habituales durante el XVII. Así, como ejemplo
más explícito, en la sesión capitular del 12 de junio de 1672 (leg.9, fot.
465), los capitulares abordaron el asunto de la fiesta en honor del Santísimo
Cristo, acordando celebrarla con corridas de toros, danzas y comedias:
…que por
quanto esta villa y sus vecinos celebran la fiesta del Santo Cristo del
umilladero della con toros, danças y comedias para honrra y gloria de Dios
Ntro. Sr., y en continuación de lo que esta villa acostumbra pasar de limosna de hacer las barreras y dar sogas
para ello, asistiéndole el alguacil mayor de la villa, a quien se le da
comisión en forma para que pueda sacar de qualesquier vecino la madera
necesaria y para que ajuste con los alarifes y personas que las an de hacer (…)
y para que se despache mandamiento para los vaqueros en la manera que se acostumbra
, y se les da licencia para que por seis días tener las vacadas en las dehesas
viexa y nueva y coto de Matachel (…) y atento que en algunas ocasiones se an
desgraciado algunas reses por los malos tratamientos así en la plaça como en
los campos y daños en sementeras de los ganados que salen de los encierros,
acuerda esta villa que lo uno y lo otro se pague y satisfaga de sus vienes y
rentas (…) y porque don Alonso Damián, vecino de la villa de Guadalcanal da
para dicha fiesta seis capones y cabestros para encerrar a los dichos toros, esta
villa le da licencia para que entre con su ganado vacuno en el término desta
villa…
Aparte de la festividad del Santísimo Cristo,
esporádicamente existían otras celebradas con festejos taurinos. Así, hemos localizado
corridas en las funciones dedicada en
honor de la Virgen del Carmen, de Ntra. Sra. de la Merced, de las Ánimas
Benditas del Purgatorio o de la Santa Cruz. Por ejemplo, según refiere Vicente
Sánchez Ramos (op. cit. pág. 70), en el cabildo celebrado el 4 de mayo de 1640
(leg. 6, fot. 60), los oficiales allí presente:
…dijeron
que por quanto esta villa y sus vecinos
siempre an tenido particular devoción a la fiesta de la Santa Cruz deste
presente mes que es quando cae su celebración (…) y porque Fernando de Caja Paniagua,
natural desta villa de su voluntad (…) da un toro para la obra de la yglesia
del santísimo cristo del humilladero que está en su hermita extramuros desta
villa, para que su divina magestad dé lo que más convenga a esta dicha villa,
como después lo a mostrado con grandiosos milagros que a hecho; y porque no es
justo se pierda tan buena obra antes para que vayan en aumento como es razón,
acordaron y mandaron que aya en esta villa fiesta de regoçijos de toros el
lunes venidero que se contarán siete deste dicho mes y año, los quales se an de
correr en la plaça vieja desta villa, para lo qual se hagan a costa del concejo
las barreras y andamios que fueren menester para los oficiales deste
ayuntamiento y demás personas de obligación y en esto se gaste lo necesario; y
se traygan los capones, bacas y ganado bravío que fueren menester para el
encierro de dicho toro y fiesta…
También con fines
recaudatorios se celebró otro festejo taurino en honor de Ntra. Sra. de la Merced, redentora de
cautivos, donando los vecinos un toro para lidiarlo el 9 de agosto inmediato,
comprometiendo las ganancias y limosnas recogidas con la finalidad de confeccionar
un vestido para la citada imagen. Con este objetivo, los promotores se
personaron en el cabildo convocado el 3 de agosto de 1670, donde, tras
argumentar su petición, los capitulares allí reunidos acordando colaborar con el
montaje de las barreras en los sitios acostumbrados (leg. 9, fot. 195).
Días después, en la sesión celebrada el 16 de
septiembre de 1670 (leg. 9, fot. 202) se presentaron varios mozos pidiendo
autorización para correr un toro el día 20 de dicho mes, destinando la venta de
su carne en beneficio de la obra pía de las Ánimas Benditas. También
solicitaron que el concejo levantara las barreras y andamios (gradas) a su
costa, así como que dispusiese las medidas oportunas para que el vaquero del
concejo acudiera al encierro con el ganado bravío de la vacada concejil.
Los Borbón de la dinastía reinante en la España
del XVIII no llegaron a entender el arraigo popular de los festejos taurinos,
dificultando en lo que pudieron sus manifestaciones, sin llegar a prohibirlas
totalmente. Esta circunstancia tuvo repercusión en Azuaga, donde los festejos taurinos
cada vez eran menos frecuentes. Así, hasta 1729 no hemos encontrado recogido en
las actas capitulares la celebración de un evento de esta naturaleza. En
concreto, nos referimos al cabido celebrado el 3 de septiembre de 1729 (leg. 23, fot. 544), dónde se personaron
varios mozos pertenecientes a la cofradía de las Ánimas Benditas del Purgatorio,
pidiendo licencia para celebrar los días 15 y 16 de mes en curso dos corridas
de toros en beneficio de la citada cofradía, en este caso destinando la limosna
recogida para pagar parte del recién estrenado retablo. El cabildo accedió a
los solicitado, colaborando con la instalación de las barreras precisas en la
plaza vieja y calle aledaña, así como dando las órdenes precisas para traer de
la vacada del concejo los capones, bacas y ganado bravío que fueren menester para
los encierros.
En el acta de la sesión celebrada el 10 de
junio de 1745 (leg. 32, fot. 117) se recoge información sobre otro espectáculo
de esta naturaleza, dando licencia al mayordomo de la cofradía del Santísimo Cristo
para celebrar corridas de toros en sus inmediatas fiestas, cuyos beneficios se
destinarían para los festejos de la sagrada imagen, habilitando con barreras la
calle Llana y nombrando la comisión de festejos correspondiente.
Ya durante el nuevo régimen (a partir de la
muerte de Fernando VII en 1833), las ferias adquirieron un extraordinario
desarrollo en el contexto nacional, celebrándose con el imprescindible
requisito de la autorización real. Y éste fue el caso de Azuaga, que la obtuvo
en 1842, aunque por ahora no hemos podido acceder al documento que acredite tal
privilegio. Sobre este particular, en el Libro de Actas Capitulares de 1842, en
concreto la que recoge el pleno celebrado el 3 de septiembre del citado año (leg.
40, fot. 119), en el punto primero del orden del día se dio cuenta de la
disposición tomada por S. A., el Regente del Reino (el general Espartero, duque
de la Victoria, regente del reino durante parte de la minoría de edad de Isabel
II), autorizando a la villa de Azuaga a celebrar feria los días 6, 7 y 8 de
septiembre de cada año.
La noticia fue
recogida en la prensa de la época. En concreto, el Eco del Comercio, diario de Madrid, en su edición del 28 de Agosto
de 1842 insertó la siguiente nota informativa:
Por
resolución de 25 del corriente ha tenido é bien S. A. el regente del reino
conceder a la villa de Azuaga, provincia de Badajoz, el permiso de celebrar una
feria anual en los días 6, 7 y 8 del mes de setiembre.
En años sucesivos, según
hemos podido recoger del BOP de Badajoz, se publicitaba la feria azuagueña con
anuncios como éste de 1844:
En los días
6, 7 y 8 de septiembre próximo se celebra en esta villa una feria libre de
alcabalas y derechos. La población ofrece a los concurrentes toda clase de
comodidades, buenas posadas y comestibles; y para los ganados de todas clases
hay agua suficiente y pastos abundantes Y salidas en sus ventas por la situación del
pueblo limítrofe a las Andalucías.
Lo que
se anuncia al público para su conocimiento.
Azuaga,
11 de Agosto de 1844.
El
presidente del Ayuntamiento, Francisco Ayala y Lobo.
Juan
José Izquierdo, secretario.
Desde finales del XIX encontramos en la prensa
de la época frecuentes referencias sobre la feria azuagueña, que confirman su
celebración anual con normalidad. Por lo contrario, escasas son las alusiones
recogidas en las actas capitulares, seguramente porque estas cuestiones se
consideraban de menor importancia. No obstante, en la sesión de cabildo correspondiente
al 4 de junio del 1893 (leg. 50, fot. 638) encontramos una de las pocas alusiones;
se refiere a la organización del evento, acordando los ediles que las cantinas feriales
no se situasen en la calle de la Merced, sino en la feria:
…o sea,
en la Plaza del Cristo, o en otras casas a la salida de la calle de las
Carrera o la Macarena (…) y que no se permita establecer en la vía pública
durante la feria cantinas o puestos para la venta de bebidas alcohólicas; y que
las buñolerías, tiendas de juguetes, dulces y demás puestos de feria se
establezcan en el sitio en que se celebra esta, o sea, en la plaza del Cristo,
como viene siendo desde tiempo inmemorial…
Si nos dejamos guiar por los cronistas de la época,
lo menos lucido de la feria eran los festejos taurinos celebrados en el coso
levantado a finales del XIX. De la página www.azuaga.es/portal/?D=36 recogemos lo que sigue:
A
finales del XIX se construyó en
Azuaga una plaza de toros que sustituía a una existente en la zona de
"Fundición"; como estaba ejecutada a base de madera y de forma
provisional se realizó ésta, a la que ahora nos referimos, excavada en un
promontorio. Según apunta José A. Torquemada Daza en un trabajo de
investigación sobre el ferrocarril en Azuaga, que recoge la revista Feria y
fiestas Azuaga 99, existió cierta relación entre la construcción de la plaza de
toros y la línea de ferrocarril…
Añadimos, que dicha línea se trazó para
satisfacer la demanda de la importante cuenca minera de la zona, dándole salida
al mineral, y a la significativa metalurgia en ella asentada, hasta Sevilla y
los puertos de mar andaluces. Dentro de esta cuenca se localiza Azuaga, como el
núcleo más importante de la zona extremeña, circunstancia que propició un
importante incremento vecinal y la consecuente construcción de viviendas y
ampliación del casco urbano, rotulándose en 1894 las nuevas calles Rey Don
Pedro, Hernán Cortés, Bailén, Espronceda,
Colón, Muñoz Torrero, Pizarro, Pelayo, Cervantes y prolongaciones[1].
Según la página web citada, la plaza de toros se
inauguró en mayo de 1894, lidiando el matador Emilio Torres Reina (Bombita) el
lote correspondiente, según hemos recogido de la prensa de la época, pues sobre
este particular también existe un casi absoluto silencio en las actas
capitulares. Así, en el Heraldo de Madrid,
edición del 5 de abril 1894 aparece una
sucinta nota informativa al respecto: Está terminándose en Azuaga la construcción de una plaza de toros,
que inaugurará el diestro Bombita, matando
reses de Benjumea, el día 3 del próximo Mayo.
Sin embargo, aunque el asunto no tenga mayor importancia,
algo no cuadra en esta información. Entendemos, a la vista de la documentación
consultada, que la plaza, seguramente aún por terminar, se estrenó un año antes,
como se deduce de la escueta información recogida de la sesión capitular
celebrada el 4 de junio de 1893 (leg. 50, fot. 642). Textualmente:
Se dio
cuenta del bando publicado por el Sr. Alcalde, reglamentando el buen orden en
las funciones de toros de esta villa, y el Ayuntamiento le prestó su unánime
aprobación.
La prensa de la época así
lo confirma. En la revista El Toreo, edición del 2 de mayo de 1893,
se anunciaba: Mañana tendrá lugar la inauguración de la nueva plaza de Azuaga con una
corrida de novillos, en la que estoqueará Manuel Calleja (Colorín). La otra importante revista taurina de la
época, El Enano (edición del primero
de mayo de 1893), corrobora la noticia anterior: Mañana inaugurará la plaza de Azuaga el diestro Manuel Calleja
(Colorín).
En cualquier caso, la
plaza de toros azuagueña fue testigo de numerosos festejos taurinos, hasta su
decaimiento en las postrimerías de la tristísima Guerra Civil, que entró en
franca decadencia.
Sobre los festejos taurinos celebrados a
principios del siglo XX, encontramos reiteradas noticias consultando la prensa
de la época. Así, de la revista
especializada La Fiesta Nacional, en
su edición del 19 de julio, recogemos la siguiente crónica taurina:
Azuaga, 29
de junio de 1907.
Con un lleno completo se lidiaron en esta plaza tres novillos-toros de ganadería anónima por los diestros Manuel García (Redondo) y el negro Pedro Pérez (Facultades).
El ganado: en cuanto a la bravura delataron la economía de la empresa pues los tres fueron mansos.
Redondo,
ni con el capote, ni con la muleta, ni con el pincho pudo este diestro agradar,
pues a su primero después de una faena desastrosa y varios pinchazos a la media
vuelta al escuchar el tercer aviso lo descabelló desde un burladero entre la
protesta del público, y su segundo a petición general lo mató Facultades
Facultades
al segundo de la tarde lo pasaportó después de una breve faena de muleta de
tres medias en su sitio y una entera; del segundo se deshizo de dos pinchazos y
una media en los mismos rubios.
Las corridas de toros no fueron precisamente lo
más destacado de la feria, dado el escaso oficio de los toreros que solían
contratarse. Como muestra, lean la crónica que el corresponsal local insertó en
La Región Extremeña, edición del
jueves 15 de septiembre de 1910:
La feria de 1914 fue bastante accidentada. En La Región Extremeña, edición del 18 de
agosto de 1914, aparece el informe que el alcalde azuagueño dirigido al Sr.
Gobernador, relatando los hechos acontecidos:
Según El
Correo de la Mañana, edición del 11 de
1915, menos accidentada resultó la feria de dicho año, que se celebró
siguiendo el siguiente programa:
Y bajo esta tónica
discurrieron los festejos feriales azuagueños hasta la Guerra Civil, destacando
la aparición de dos importantes artistas locales en los prolegómenos de tan
triste acontecimiento bélico, el más desafortunado de la trascendental Historia
de España. Nos referimos a diestra local, Angelita Álamo, y al dúo de
cantaores, hermanos Alejandre, Niños de Azuaga.
La primera y única noticia recogida sobre Angelita
la encontramos en El Radical, edición
del 26 de junio de 1934:
Los Niños de Azuaga
eran asiduos participantes en los más importantes festivales de la zona,
detectando su presencia en las ferias de Azuaga, Almendralejos, Llerena,
Mérida, Zafra…
[1]
En la sesión capitular del 5 de abril de 1891(Leg. fot.151) trataron sobre las próximas
elecciones municipales, distribuyendo el pueblo en los tres distritos
habituales. A saber:
- El primero: plaza del Cristo, San Isidro, del Robledo, Humilladero, Carrera, Méndez Núñez, Extramuros, Sol, Recreo, San Gil, Lepanto, Santana,
y Egido;
- El segundo: La Merced, Cerro Alto, Cerro Bajo, Jabonería, Llana,
Espirilla, Calleja de Ponce, Juan Ortiz, Nueva, Naranjos, Pilar, Barrito, Bonete,
Fuentes, Mesones, Rastro, Sevilla, Coriana, y Cardenchosa.
- Tercer distrito: Santiago, Ventilla, Cuatro Esquinas, Trajano,
Laguna, Alconchel, San Blas, Iglesia, Carmen, Pizarra, Viriato, Retamalejo, San Pedro, Cañuelo,
Larga, Pozo Santo, Córdoba y Olleros.
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