En la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, edición
noviembre-diciembre de 1913 (nº 11 y 12), aparece un artículo sobre la “Arquitectura Dolménica Íbera”, que se
centra en los dólmenes de la provincia de Badajoz, entre ellos los de Azuaga y
la Cardenchosa. Textualmente dice:
En término de la Cardenchosa de Azuaga, aldea situada en el
confín Sureste de la provincia de Badajoz con la de Córdoba, buscaba yo con
afán el grupo de dólmenes existentes, según el Sr. Machado, «en la divisoria de
Andalucía y Extremadura», cuando el ilustrado Sr. Cura párroco de la
Cardenchosa, D. Juan Guerrero Rangel, me puso en la pista de los ejemplares,
que con él, con D. Juan Maesso y otras personas de la Granja de Torrehermosa,
en quienes se despertó el deseo de conocerlos, visité últimamente,
encontrándolos destruidos. Son los siguientes:
- Dolmen del Conde Galeote. Se halla a 160 metros al norte de la
Cardenchosa. Está destruido y no conserva más que cinco piedras: cuatro erguidas,
una a un lado y tres, una de ellas rota, alineadas al otro, que es paralelo al
primero; y la quinta piedra, que es la más larga, se mantiene apoyada por un
extremo sobre la de en medio de las tres alineadas, teniendo el otro apoyado en
la tierra por falta de la piedra erguida que sirvió de soporte. Fácilmente se
comprenderá que todo esto corresponde a la galería del dolmen. La cámara fue
destruida en absoluto, no quedando ni aun indicio del extremo de la galería en
que estuvo. Esparcidos por el suelo hay muchos cantos del montículo que cubrió
al dolmen. La longitud apreciable del dicho trozo de galería es de 3,96 m. y su
anchura, de 1,77; la de las piedras de un lado son de 1.30 y 1.25 las dos
piedras enteras, y 1.48 la partida. La única piedra del otro lado mide 1.15. Si,
como en otros ejemplares, estuvo en éste la cámara al Noroeste, podrá pensarse
que una piedra que se ve caída al Sudeste, delante de la entrada de la galería,
puede ser la que sirvió para tapar la puerta.
- Dolmen destruido, situado a unos pocos metros al Oeste del anterior.
Como en éste, lo que se ve es un resto de galería, con una piedra de dintel, de
2.35 por 1.12 m., todavía apoyada sobre otra de soporte, que mide 1.81 de
longitud, 1.43 de anchura y 0.28 de espesor. Otra piedra hay caída de 1.70 m.
de longitud y 0.40 de espesor. Las demás están hincadas, pero rotas, por
haberse llevado de ellas los mejores pedazos. Cantos del montículo se ven
esparcidos. La longitud apreciable de estas ruinas es de nueve metros.
- Dolmen de Manchones. Situado a kilómetro y medio al sudeste de la
Cardenchosa. Pocas piedras quedan, y las más rotas; pero se aprecia entre un
resto del montículo la disposición del monumento sepulcral, con su cámara
poligonal de 2.44 m. de diámetro y su galería de siete de longitud. En la
cámara del lado derecho permanecen dos piedras juntas de 0.38 y 0.77 de
anchura, respectivamente, y al lado opuesto otra de 0.58. Este dolmen
corresponde al tipo cupuliforme, pues sus piedras verticales necesitaron el
complemento del aparejo anillado para cerrar la abertura circular.
- Dolmen de la dehesa El Toril.
Se halla a dos kilómetros al Oeste. Está destruido y sus piedras son aún
mayores que las del Galeote.
Muchas piedras de estos dólmenes se ven aprovechadas como
elementos de construcción en edificaciones rústicas de la Cardenchosa. El
dolmen de El Toril, no es más que un resto de galería cuya longitud apreciable
es de 6.75 m. y la anchura 1.50. La
cámara estuvo al Este, y al Oeste la puerta de la galería donde está la piedra
que la cubría, cuya longitud es de 2.17 m., y el espesor de 0.37. Cuatro
piedras permanecen del lado Norte de la galería de 0.89, 0.90 y 0.38 de
anchura, y otra piedra en el lado opuesto.
El autor del texto y, supongo, de las fotografía, fue don José
Ramón Mélida. Según Daniel Casado Rigalt (José
Ramón Mélida y la Arqueología Española, Madrid, 2006), don José Ramón fue
Anticuario de la Real Academia de la Historia, pero que, sin discusión, es una
de las mayores figuras de la Arqueología Española de todos los tiempos, a pesar
de sus limitaciones y carencias. Como con acierto observa el autor, perteneció
a las instituciones de más relevancia social y cultural de su época, como el
Museo Arqueológico Nacional, la Universidad Central, la Real Academia de la
Historia, el Ateneo de Madrid o la Institución Libre de Enseñanza, además de
dirigir durante muchos años las excavaciones de Numancia y Mérida y de ser, sin
lugar a dudas, el arqueólogo de su generación más reconocido fuera de España a
nivel internacional.
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