En el periódico El Liberal[1],
en su edición de 28 de agosto de 1913 y en la sección Vida en Provincias, un desconocido cronista (firmó su crónica, pero
resulta ilegible) nos dejó una impronta sobre Azuaga que, para asimilarla, es
preciso contextualizarla, es decir, conocer y asumir la realidad social y
económica de nuestra villa en aquellas fechas, y en las que precedieron.
Simpatiza el cronista con el
liberalismo republicano y progresista defendido en el programa del Partido Reformista (PR) que encabezaba Melquiades Álvarez, desacreditando el caciquismo que, en opinión de los
representantes regionales (los granjeños Gallardo Calzadilla y Llera Eraso),
había campado por sus anchas en Azuaga durante los últimos treinta años. Pues bien,
la crónica a la que nos referimos decía así:
“Si el cronista tuviese necesidad de describir en todos sus
detalles los encantos que atesora esta población, necesitaría mucho espacio, y
aun así seguramente se escaparían a su perspicacia algunos datos de los que
convencen en el ánimo del lector.
Es Azuaga una notable ciudad modernizada por completo, con
magníficos edificios, calles amplias, rectas y provistas de esmerada
urbanización en su pavimento. Pero, si superior es la población y sugestivo el
carácter alegre, festero y cariñoso de sus habitantes, resulta pálido ante la
belleza inexplicable del elemento femenino, cuyas facciones verdaderamente
árabes, su esbeltez sólo comparable a la palmera y sus ojos rasgados y negros
como la noche, constituyen un plantel delicadísimo de lozanas flores, que con
su aroma y su arrogancia cautivan al visitante.
Identificado por completo con los encantos de las mujeres se halla
ese ambiente balsámico de aires de libertad que se respira en las calles, que
en elegantes y visibles rótulos ostentan los nombres de Joaquín Costa, López de
Ayala, Pi y Margall, Concepción Arenal, Canalejas, Echegaray, Blasco Ibáñez, Ramón
y Cajal, Castelar, Daoiz y Velarde, etc., etc., que por acuerdo del actual
Ayuntamiento han venido a sustituir a nombres anodinos y de absoluta carencia
de significación, por los de personajes ilustres que se han destacado
notoriamente en las artes, las armas, las ciencias, la política, etc., etc.
Esta transformación ha sido recibida con general aplauso por la opinión liberal
y democrática, que es el nervio de la población, frente a las inútiles
apreciaciones de la insignificante tertulia del derrotado y anulado caciquismo,
muerto para siempre.
Y ya que del caciquismo hablo, justo será rendir un tributo de
admiración a una distinguida pléyade de jóvenes entusiastas, que gracias a sus
esfuerzos y a la enérgica dirección del ilustrado abogado y jefe del partido
liberal democrático, don Manuel Carrascal, lograron aniquilar por completo ese
odioso germen malsano que durante veinte o treinta años vino imperando y
condujo al Ayuntamiento a una desastrosa situación económica, hasta el punto de
llegarse a adeudar a la Hacienda en fines del ejercicio de 1911 la enorme suma
de 600.000 pesetas, y a la Diputación provincial unos 35.000 duros.
Frente a este padrón de ignominia se eleva arrogante y potente el
actual Ayuntamiento honrado y digno que preside el joven propietario D. Juan
Carrascal y Montero de Espinosa, y secretario don Manuel Guillen Fernández,
persona ilustradísima y de envidiable competencia, encargados de regenerar el
Municipio por medio de una administración verdaderamente sana y decorosa”.
“Verdad es que cuando se quiere cumplir con equidad no faltan
obstáculos, pero todos se vencen aun cuando se trate de la Administración de
Propiedades e Impuestos, encargada por lo visto de crear inconvenientes,
resolviendo de una plumada 128 reclamaciones interpuestas por otros tantos
contribuyentes, acudiendo a la inmediata mayoría de ellos y mermando por
consecuencia los ingresos municipales en unas 30.000 pesetas.
Claro está que semejantes resoluciones no tienen razón de ser, y
son tan injustificadas que un solo ejemplo (de los muchos que pueden
presentarse) es suficiente para demostrar una parcialidad seguramente
sistemática, y que acaso obedezca a algún fin primordial. Entre los expedientes
resueltos figura el de una «pobrecita señora» cuyo capital corresponde a la
friolera de 20 pares de mulas de labor, a la cual aplicó el Ayuntamiento
modestamente la ínfima cuota legal en el reparto de 3.000 pesetas al año, y la
citada Administración, sin comprobación de ninguna clase y nada más que por que
sí o «por lo que sea» la ha rebajado a la vergonzosa cuota dé i800 pesetas!
Me parece que mayor equidad y justicia no cabe, y ante semejantes
anomalías se ha visto precisado el Municipio a interponer el correspondiente
recurso de alzada ante la Delegación de Hacienda de Badajoz, que por cierto (y
esto tiene mucha gracia) hace cuatro meses que está regida interinamente. ¡Así
anda el negocio en España!
Aparte de esta inocente presión, se da el caso laudable (y tome
nota de ello la Delegación) de que el Ayuntamiento de Azuaga ha saldado en el
presente año todas sus atenciones por Consumos y contingente provincial, no
adeudando por consecuencia un solo céntimo de todas sus obligaciones ¿ Estamos?
Pues aún hay más, y es que el Ayuntamiento actual se propone demostrar
al jefe caciquil derrotado él cómo se emplean los cuartos en lugar de adquirir
deudas, y a este efecto se propone la construcción de un matadero y un
cementerio, cuyos planos y estudios están ya hechos, consignándose a este fin
un presupuestos de 65.281,71 pesetas y 46.698, respectivamente.
A estas notables mejoras seguirá la construcción de una plaza de
abastos (hoy en estudio), así como la traída de aguas, a cuyo efecto hay
entabladas gestiones con una respetable empresa particular. Debido a la
perseverancia del alcalde, Sr. Carrascal, se ha logrado también llevar a la
práctica las disposiciones dictadas por el Gobierno referentes a la protección
de la infancia y extinción de la mendicidad, con tan buen éxito que no se ve un
solo pobre por las calles, toda vez que existe a cargo de las Hermanas de los Pobres
cocinas y comedores, donde se les proporciona alimentación sana y abundante.
Este servicio se sostiene por subvención de 500 pesetas del Municipio y
suscripción voluntaria entre el vecindario.
Y como toda Extremadura está muy mal de carreteras, Azuaga no había
de ser menos, pues tan sólo cuenta con la que une la estación con la ciudad,
que por cierto es del Ayuntamiento, para que no tenga que agradecer nada.
Parece ser que en Febrero se elevó por el Municipio una exposición
al ministro de Fomento solicitando la inclusión en el plan de 7.000 kilómetros,
la de tercer orden de Llerena a una de las Estaciones de Belmez á Peñarroya,
pasando por Ahillones, Berlanga, Azuaga y Granja de Torrehermosa, por la
conveniencia de poder dar salida a los grandes productos agrícolas de tan
riquísima comarca. Que la concesión es de verdadera necesidad y utilidad no
cabe duda, y aunque desdé luego el ministro ha de resolver en justicia, no
estaría de más que el diputado del distrito se interesase siquiera un poquito
de asunto tan culminante.
Con Ayuntamientos activos y decididos como el de Azuaga, periódicos
como La Verdad[2],
que se publica en la localidad y dirige D. Ramón Cuenca[3]
con valentía y juez como D. Antonio Robledo, abogado distinguido y enérgico, se
va a todas partes, se tiene en constante misa de entierro al caciquismo y sé
camina rápidamente al progreso”.
Presentada la villa, se centra ahora el cronista en elogiar la persona
de don Fernando Llera Eraso, un empresario y terrateniente de origen cordobés
asentado entre Azuaga y la Granja, en cuyos términos poseía una finca de más de
4.000 hectáreas.
“Entre las diversas personas que hemos tenido el gusto de saludar
en Azuaga se encuentra D. Femando Llera Eraso,
cuyo sincero carácter y agradable trato muy pronto le hizo acreedor a
nuestra simpatía. La complejidad de este hombre en sus notas características de
jurisconsulto, agricultor, sociólogo, publicista y político, exigen al cronista
se ocupe, aunque en términos reducidos, de esos diversos matices que pronto le
dan a conocer a sus interlocutores.
Como agricultor, el Sr. Llera ha sido el porta-estandarte del
progreso agrícola, no sólo de la región extremeña, sino de la andaluza, donde
fue el primero que aplicó en los secanos los abonos químicos y la maquinaria
agrícola moderna, y como prueba de esto podemos decir que su hermosa finca de
4.000 hectáreas, titulada «Las Naveruelas», en término dé Azuaga y de la Granja
de Torrehermosa, que la adquirió en estado de matorral, la ha roturado y puesto
en cultivo por medio de un tren de arar al vapor, compuesto de una maquina
tractora de 80 caballos y un enorme arado cuatrisurco de 4.000 kilos que rotura
y descuaja, a cincuenta centímetros de profundidad, una zona de dos metros de
ancha y una superficie al día de tres hectáreas.
Ha plantado doscientas fanegas de viña americana en dicha finca,
donde cosecha los vinos más exquisitos de la región y unos sesenta mil
eucaliptus.
Con motivo de estas mejoras introducidas en su finca (donde ha
gastado algunos millones de reales) se lamenta con fundamento el Sr. Llera de
que no haya en España alguna ley que le exima del inmediato aumento de la
contribución territorial para incoar un expediente de exención por los terrenos
roturados, ya que esto significa una mejora tan importante para el aumento de
la riqueza tributaria, como la plantación de vides y árboles que disfrutan de
esas leyes protectoras.
Como agricultor, además, se ha distinguido el Sr Llera, siendo
congresista en los de Huelva, Granada y Jaén, donde desarrolló con gran lucidez
los temas Los cereales y las leguminosas,
El latifundio y la crisis agraria y El problema de la sequía, mereciendo
por estos trabajos justos aplausos de la Prensa y calurosas felicitaciones del
Sindicato Agrícola de Requena y de otras Cámaras profesionales.
Su libro El latifundio ha
sido citado como autoridad en la materia por el señor Azcárate en uno de sus
discursos pronunciados en León, y se halla también citado en una nota del libro
de Economía política, de Torrents y Monner, declarado de texto de real orden.
Además de estos trabajos, como publicista y sociólogo es autor de
otro libro titulado El agravio del
Catastro, donde pone de relieve los defectos de la legislación catastral y
los abusos cometidos por los funcionarios del ramo en las provincias de Córdoba
y Jaén, donde todavía hay propietarios que, por haberse dejado pasar el plazo
para reclamar contra la evaluación de la riqueza imponible de sus fincas, están
pagando de cuota territorial el 40 y el 50 por 100 del total de las mismas.
Este libro del Sr. Llera, del que repartió gratuitamente 1.000 ejemplares a la
puerta del Congreso Internacional de Agricultores celebrado en Madrid en Mayo
da 1910, produjo gran sensación en dicha Asamblea, y fue aplaudida por muchas
Revistas profesionales, y en particular por El
Consultor de los Ayuntamientos y Juzgados Municipales, en su número del 13
de Junio de aquel año. Como escritor agrícola, la firma del señor Llera es una
de la más autorizadas de España en materia de agronomía, como lo ha demostrado
en sus grandes campañas de El Progreso
Agrícola y Pecuario, libertando al cultivo de secano de las utopías del sistema Solari, enseñando a los grandes
agricultores las ventajas e inconvenientes del método de arar al vapor, según
la clase de terrenos a que se aplique.
Y, últimamente, como político se propone regenerar el distrito de
Llerena de la atónica oligarquía que viene padeciendo hace veinte años,
entregado por completo a la voluntad de dos hombres (conservador y liberal) en
estrecha inteligencia, sin que hayan conseguido en todo ese tiempo ninguna
mejora material ni de satisfacción moral de sus habitantes, puesto que sólo se
han cuidado de que, tanto en situación conservadora como liberal, fuese uno u
otro el diputado elegido, y de que manden siempre en los pueblos sus paniaguados,
que vienen monopolizando el poder en perjuicio de la libertad y de la moral
pública.
El Sr. Llera, filiado al reformismo, del que es jefe en dicho
distrito, pretende, con el aplauso general de los espíritus progresivos, de los
intelectuales y de la masa neutra del mismo, romper ese contubernio,
reivindicando para el pueblo la soberanía detentada por los caciques. Con las
excepcionales condiciones del Sr. Llera, y lo necesitada que está la región de hombres
de la intelectualidad, energías y nobleza como el que nos ocupa, es seguro
predecir su triunfo, aunque las huestes caciquiles se aprestasen inútilmente a
combatirlo”.
Por último, tampoco ahorra elogios el
cronista resaltando el buen hacer de algunos de los industriales locales:
“Dos negocios importantes abarca la razón social Plácido Alejandre
y Hermano, una de las primeras firmas de la plaza, cuyas actividades dedican a
la banca, en la que, además de las operaciones consiguientes de giros,
descuentos, negociaciones, cartas de crédito, depósitos, etc., son
corresponsales de los principales Bancos y banqueros de toda la Península y
parte del extranjero.
El otro negocio se refiere a su magnífica fábrica de harinas,
primera, acaso, en España que reúna las excepcionales condiciones para el aseo
como la de que nos ocupamos; y digo esto porque es lo corriente en todas ellas
que él pavimento de las dependencias sea de madera, en ésta, por el contrario,
y en sus diferentes pisos, es enlosado, con baldosines de portland, tan perfectamente
cuidados que el brillo que se observa acusa una limpieza y un esmero
incomparable.
Recorriendo las diferentes dependencias nos llamó también la
atención la esbeltez y amplitud de todas las secciones, la organización
establecida en las dependencias y el uniforme funcionamiento de los aparatos,
en los que todas las transmisiones están perfectamente protegidas al efecto de
evitar accidentes al personal.
El sistema empleado es el de cilindros, de la casa Bhuler Hermanos,
de cuyo magnífico salón damos idea con la fotografía que ilustra estas
columnas, los que movidos por potente motor a gas pobre desarrollan una
producción diaria de 18.000 kilos en harinas selectas y muy estimadas en toda
la Península, y muy preferentemente en Madrid, Sevilla, Barcelona y Cádiz, a
cuyas plazas se aportan sin interrupción.
Tratándose de una instalación tan completa es de suponer que cuente
con los aparatos secundarios, como tolvas, cedazos, limpia, etc., etc., que son
indispensables, y que se hallan instalados con verdadero lujo e independencia
en locales amplios y perfectamente dispuestos para el funcionamiento y
comunicación directa con los cilindros.
Al frente de la misma, y en concepto de apoderado y jefe de las
oficinas, figura D. Cosme García, persona inteligentísima y de excepcionales
aptitudes, y como cajero D. Plácido Duran, ilustrado y competente funcionario,
pariente de los propietarios
Una ramificación de las harinas es la fabricación de pan, a cuyo
efecto cuentan los Sres. Alejandre y Hermano con una espléndida panificadora,
compuesta de ocho hornos, maquinaria de amasadoras, preparadoras, vagonetas de
transporte, etc., etc., movidas a gas pobre, en la que se elaboran 8.000 kilos
diarios para el abastecimiento de la población a precios reducidos, no obstante
su excelente calidad.
El incremento adquirido por esta casa en el negocio de harinas ha
sido motivo de tener que montar otra nueva fábrica, idéntica a la anterior, en
el pueblo del Pedroso, así como su correspondiente panificadora, al efecto de
poder servir a las poblaciones limítrofes. También cuentan con grandes
depósitos de harinas y almacenes de cereales en Sevilla, Cazalla y Constantina
para él abastecimiento de aquellas regiones.
La Magdalena, se denomina la otra espléndida y
elegante fábrica de harinas, fundada el año de 1900 por don Francisco
Alejandre Robledo y hoy propiedad de don Enrique Hernández Muñoz, industrial
inteligentísimo y de una actividad pasmosa.
Como la característica de Azuaga es la limpieza, la fábrica del Sr.
Hernández brilla también a tal altura, que no tiene por qué envidiar a la
primera eh en clase. El funcionamiento de la casa se hace por el sistema mixto
de piedras y cilindros de los más perfeccionados, movidos por un motor de 50
caballos, sistema Crosley, acusando una producción mínima de 12.000 kilos
diarios. La gran reputación de esta fábrica estriba precisamente en la selecta
calidad de sus harinas, como lo justifica la predilección que el público la
dispensa, no solamente en esta localidad, sino en todos los limítrofes y en las
provincias andaluzas, donde cuenta con fija clientela.
La panificadora que posee el Sr. Hernández es de las que llaman la
atención por el lujo de aparatos mecánicos que posee y el esmero de la
fabricación, pudiendo asegurarse que es una de las mejores que existen en estos
contornos, como lo atestigua la fama de que goza, perfectamente demostrado con
el agotamiento de su importante elaboración diaria. Digno de elogio es este
fabricante, que a su inteligencia y esfuerzos naturales ha conseguido una sólida
reputación”.
Hasta aquí la amable crónica del Liberal, periódico cuya línea ideológica se identificaba con liberalismo republicano y progresista, con
clara animadversión hacia el caciquismo. Pero ¿a qué caciques azuagueños se
refería? Seguramente a aquellos que
desde el Ayuntamiento manejaron en 1888 el pueblo a su antojo y conveniencia, bloqueando
la celebración de los plenos con la clara intención de ocultar ciertas
prácticas administrativas ilegales, como la extraordinaria deuda concejil. Sobre
este particular, aparte de airados debates en el hemiciclo de las Cortes, precisamente
en el diario El Liberal, en su
edición del 13 de mayo de 1889, se insertaba la siguiente crónica:
“Hay un
pueblo en la provincia de Badajos, Azuaga, donde parece que el caciquismo ha
alcanzado, no me atrevo a decir mayor desarrollo que en otras partes, y en el
que, aburridos sus vecino de soportar las consecuencias del mismo, constituyen
una Sociedad de labradores, cuyo lema
es Administración y justician sin color
político. Pues bien, llegó la
última elección, dan la batalla a los caciquee y triunfan en toda la línea,
sacando los ocho concejales, con los cuales quedaba el Ayuntamiento constituido
con ocho partidarios de la Sociedad de
labradores y ocho de los caciques; pero éstos, valiéndose de no sé qué
recursos, se arreglan de tal manera que no hay sesiones ni alcalde hace cuatro
o cinco meses. Azuaga es un pueblo rico, pero cuya riqueza los concejales de la
Sociedad de labradores no han logrado
saber en qué consiste, pero siendo muy rico, y el señor Balseda podrá dar de
esto algunas noticias, está debiendo a la Diputación provincial y a la Hacienda
más de 60.000 pesetas, según certificaciones que tengo en mi poder”.
O tal vez se referían a estos otros que
con buenas dietas se presentaron en Madrid, en uno de sus mejores restaurantes,
dándose un buen homenaje, según el diario la Época, en su edición del 24 de junio de 1900:
“En
honor del director general de Administración local, don Eugenio Silvela, ha
dado un almuerzo en el restaurant de Lhardy una comisión del pueblo de Azuaga, perteneciente al distrito de Llerena,
en la provincia de Badajoz, que ha venido a Madrid a gestionar asuntos de
interés para aquel pueblo. Forman la Comisión, el alcalde de Azuaga, Sr.
Rengifo, y los Sres. D. Pedro López, médico titular de la villa, D. José
Hinojosa, D. Francisco de Tena, D. Patrocinio López y D. Félix Rengifo.
Además de estos señores, asistió al almuerzo el marqués de
Valdeiglesias[4].
A los postres concurrió también el distinguido abogado D. Luis Silvela y Casado[5],
único individuo de la familia Silvela que en la actualidad ejerce la abogacía.
Silvela
Verificándose en Lhardy, es excusado decir que el almuerzo estuvo perfectamente
servido.
El pueblo de Azuaga, al cual representa aquella Comisión, es uno de
los de más importancia en la provincia de Badajoz, por su floreciente industria
minera. Actualmente se explotan en su término algunas minas de plomo. En sus
cercanías existen también importantes minas de carbón. Mayores pudieran ser su
prosperidad y su importancia si tuviera todos los necesarios medios de
comunicación. Cierto es que tiene ferrocarril; pero le faltan carreteras, y
esta falta entorpece el desarrollo de la riqueza, como en muchos otros pueblos
de España ocurre. Cuando la buena administración haya remediado los males de
hoy, y aquella riqueza alcance todo el desarrollo que alcanzar puede, el pueblo
de Azuaga será uno de los de más importancia en la provincia y en la región. Pruébese
esto hoy mismo con decir que Azuaga tiene más importancia por su riqueza y el
número de sus habitantes que el pueblo de Llerena, cabeza del distrito”.
[1] El auge
del liberalismo propició en 1879 que periodistas republicanos abandonaran el
diario El Imparcial, para fundar El Liberal en Madrid, que sería una
referencia republicana durante la Restauración, junto con El Sol.
[2] Uno de
los semanarios editados en Azuaga, asunto que abordaremos en otra crónica.
[3] Zapatero
de profesión, participó en la constitución de la Asociación Socialista de
Azuaga en 1910, representado a Azuaga, Berlanga, Campillo de Llerena y Fuente
del Arco en el IX y XI Congreso del PSOE. Fue elegido concejal de este último
partido en el ayuntamiento de Azuaga en las elecciones municipales de 1911,
incorporándose a su cargo el 1 de enero de 1912. Aparte, ejerció como Regidor
Síndico el 14 de enero de 1914 y actuó en calidad de alcalde en funciones en
numerosas sesiones desde junio a diciembre de 1917. Concluye su actividad
municipal asumiendo el 1 de enero de 1918 la alcaldía-presidencia, ejerciendo
como tal hasta el 1 de abril de 1920 en que fue incapacitado por la Comisión
Provincial. Además de estas actividades, fue candidato del PSOE por Castuera y Llerena
en las elecciones a diputados provinciales de 1919, sin resultar elegido, y vocal
por Extremadura en el Comité Nacional del PSOE en 1920.
[4]
Alfredo
Escobar y Ramírez, II Marqués de Valdeiglesias, Senador del Reino, Gentilhombre
de cámara con ejercicio del Rey Alfonso XIII, nacido en Madrid el 18 de marzo
de 1854 y fallecido en Madrid el 25 de septiembre de 1954.
[5] Fue
ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, de Gobernación y de Marina
durante el reinado de Alfonso XIII. Asimismo, fue alcalde de Madrid en dos
ocasiones, en 1917 y en 1918. Fundó y dirigió el periódico La Mañana (1909), órgano del Partido Liberal Socialista propuesto
en 1908 por José Ortega y Gasset.
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