miércoles, 23 de diciembre de 2015

FERIA Y FIESTAS DE AZUAGA EN LA ANTIGÜEDAD


 

No quería dejar que transcurriera el año jubilar sin implicarme  en esta importante efeméride. Y en ello estaba, cuando el amigo Manolo Martínez Gala me sorprende con un regalo, el magnífico libro de don Vicente Sánchez Ramos “Stmo. Cristo del Humilladero de Azuaga. 400 años de sentimiento popular (1615-2015)”, presentado el 6 de diciembre último.

Felicitamos a don Vicente por esta importante aportación en pro de la cultura popular azuagueña, esperando que su esfuerzo sirva de ejemplo para otros interesados por el desprendido afán investigador de la intrahistoria. También le agrademos este regalo navideño, que leeremos con avidez.

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            (Fotografía tomada de la obra de don Vicente, pág. 81)_____________

Azuaga, como pueblo prestigioso dentro del contexto de la antigua Provincia de León de la Orden de Santiago en Extremadura, nunca tuvo una feria o mercado destacable durante el Antiguo Régimen (desde el reinado de los Reyes Católico hasta la muerte en 1833 de Fernando VII), especialmente si tomamos como referencia la importante feria comarcal de Guaditoca (Guadalcanal), celebrada durante la Pascua de Pentecostés en los alrededores de la ermita de su nombre (Maldonado Fernández, M. “La feria de Guaditoca”, en Actas de Congreso Internacional 550 Feria de San Miguel, Zafra, 2004), y las de San Juan y San Miguel, estas dos últimas celebradas en Zafra, centro administrativo del vecino territorio del señorío y ducado de Feria.

No existieron por estos alrededores otros eventos feriales destacables distintos a los citados. Aquí en Azuaga se celebraba desde principios del XVII algo parecido a una feria, sin autorización real expresa, durante los días festivos señalados en honor del Santísimo Cristo del Humilladero, que desde la segunda década del XVII se conmemoraba el 16 de junio de cada año, fecha del primero de los milagros de tan santa imagen. Desde entonces, en dicho día tenía lugar un importante mercado, destinando el cabildo concejil las alcabalas recaudadas por las distintas transacciones comerciales para fomentar el culto al Santísimo Cristo, o para colaborar en las continuas obras de remodelación y ampliación de la fábrica de su significativo templo.

Esta costumbre ancestral, de la que los capitulares de 1776 manifestaban desconocer su origen, fue entonces contestada enérgicamente por uno de los regidores, don Juan Perozo, en la sesión capitular convocada para el 15 de junio del citado año (Archivo Municipal de Azuaga, Sec. Actas Capitulares, leg 35, fotograma 801 de la edición digital). Se quejaba el tal Perozo de que el mayordomo del Santísimo Cristo del Humilladero cobrara las citadas alcabalas, costumbre que redundaba en perjuicio de los contribuyentes, que debían compensarla aportando mayor cantidad de impuestos. Tuvo como respuesta la negativa del resto de los capitulares, manifestando que la costumbre se seguía:

…atendiendo a la antigua posesión en que dicho Divino Señor se halla, ygnorando la razón o motivo que a este vecindario asistió para zeder este derecho a favor de su favor, e igualmente (desconocían) por qué tiempo fue dicha zesión para cuya execución se promete se celebraría cabildo avierto, el que para su rebocación es indispensable individual instrucción para resolver, máxime quando la instancia no viene documentada...

Por ello, en contra de la airada y aislada pretensión del regidor Perozo, los otros ediles acordaron:

…que en calidad de por ahora, y hasta la ventilación deste particular, subsista dicho maiordomo en la posesión que se halla de cobrar dicha alcavala y, más bien informados dichos señores, resolverán o consultarán a tribunales competentes la duda que se les ofrezca, documentándola en forma…

Con independencia del asunto alcabalatorio, coincidiendo con los días festivos señalados en honor del Santísimo Cristo solían celebrarse ciertos festejos taurinos, generalmente reducidos a la suelta y encierro de reses bravas, aunque en algunas ocasiones, cuando se trataba de hacer caja con alguna finalidad, se acostumbraba a lidiar alguna res al estilo de la época. La primera noticias que hemos recogido al respecto la encontramos en el acta de la sesión capitular correspondiente al 11 de junio de 1620 (leg. 5 fot. 62 de la edición digital), en cuyo desarrollo los capitulares tomaron el acuerdo de que, para regocijo de la villa y sus vecinos, se lidien toros el sábado venidero (…) con cargo a los bienes del concejo, que montará las barreras…

        Estos festejos en honor del Santísimo Cristo fueron habituales durante el XVII. Así, como ejemplo más explícito, en la sesión capitular del 12 de junio de 1672 (leg.9, fot. 465), los capitulares abordaron el asunto de la fiesta en honor del Santísimo Cristo, acordando celebrarla con corridas de toros, danzas y comedias:

…que por quanto esta villa y sus vecinos celebran la fiesta del Santo Cristo del umilladero della con toros, danças y comedias para honrra y gloria de Dios Ntro. Sr., y en continuación de lo que esta villa acostumbra pasar  de limosna de hacer las barreras y dar sogas para ello, asistiéndole el alguacil mayor de la villa, a quien se le da comisión en forma para que pueda sacar de qualesquier vecino la madera necesaria y para que ajuste con los alarifes y personas que las an de hacer (…) y para que se despache mandamiento para los vaqueros en la manera que se acostumbra , y se les da licencia para que por seis días tener las vacadas en las dehesas viexa y nueva y coto de Matachel (…) y atento que en algunas ocasiones se an desgraciado algunas reses por los malos tratamientos así en la plaça como en los campos y daños en sementeras de los ganados que salen de los encierros, acuerda esta villa que lo uno y lo otro se pague y satisfaga de sus vienes y rentas (…) y porque don Alonso Damián, vecino de la villa de Guadalcanal da para dicha fiesta seis capones y cabestros para encerrar a los dichos toros, esta villa le da licencia para que entre con su ganado vacuno en el término desta villa…

Aparte de la festividad del Santísimo Cristo, esporádicamente existían otras celebradas con festejos taurinos. Así, hemos localizado corridas en las funciones  dedicada en honor de la Virgen del Carmen, de Ntra. Sra. de la Merced, de las Ánimas Benditas del Purgatorio o de la Santa Cruz. Por ejemplo, según refiere Vicente Sánchez Ramos (op. cit. pág. 70), en el cabildo celebrado el 4 de mayo de 1640 (leg. 6, fot. 60), los oficiales allí presente:

…dijeron que por quanto  esta villa y sus vecinos siempre an tenido particular devoción a la fiesta de la Santa Cruz deste presente mes que es quando cae su celebración (…) y porque Fernando de Caja Paniagua, natural desta villa de su voluntad (…) da un toro para la obra de la yglesia del santísimo cristo del humilladero que está en su hermita extramuros desta villa, para que su divina magestad dé lo que más convenga a esta dicha villa, como después lo a mostrado con grandiosos milagros que a hecho; y porque no es justo se pierda tan buena obra antes para que vayan en aumento como es razón, acordaron y mandaron que aya en esta villa fiesta de regoçijos de toros el lunes venidero que se contarán siete deste dicho mes y año, los quales se an de correr en la plaça vieja desta villa, para lo qual se hagan a costa del concejo las barreras y andamios que fueren menester para los oficiales deste ayuntamiento y demás personas de obligación y en esto se gaste lo necesario; y se traygan los capones, bacas y ganado bravío que fueren menester para el encierro de dicho toro y fiesta…

        También con fines recaudatorios se celebró otro festejo taurino en  honor de Ntra. Sra. de la Merced, redentora de cautivos, donando los vecinos un toro para lidiarlo el 9 de agosto inmediato, comprometiendo las ganancias y limosnas recogidas con la finalidad de confeccionar un vestido para la citada imagen. Con este objetivo, los promotores se personaron en el cabildo convocado el 3 de agosto de 1670, donde, tras argumentar su petición, los capitulares allí reunidos acordando colaborar con el montaje de las barreras en los sitios acostumbrados (leg. 9, fot. 195).

Días después, en la sesión celebrada el 16 de septiembre de 1670 (leg. 9, fot. 202) se presentaron varios mozos pidiendo autorización para correr un toro el día 20 de dicho mes, destinando la venta de su carne en beneficio de la obra pía de las Ánimas Benditas. También solicitaron que el concejo levantara las barreras y andamios (gradas) a su costa, así como que dispusiese las medidas oportunas para que el vaquero del concejo acudiera al encierro con el ganado bravío de la vacada concejil.

Los Borbón de la dinastía reinante en la España del XVIII no llegaron a entender el arraigo popular de los festejos taurinos, dificultando en lo que pudieron sus manifestaciones, sin llegar a prohibirlas totalmente. Esta circunstancia tuvo repercusión en Azuaga, donde los festejos taurinos cada vez eran menos frecuentes. Así, hasta 1729 no hemos encontrado recogido en las actas capitulares la celebración de un evento de esta naturaleza. En concreto, nos referimos al cabido celebrado el 3 de septiembre de 1729 (leg. 23, fot. 544), dónde se personaron varios mozos pertenecientes a la cofradía de las Ánimas Benditas del Purgatorio, pidiendo licencia para celebrar los días 15 y 16 de mes en curso dos corridas de toros en beneficio de la citada cofradía, en este caso destinando la limosna recogida para pagar parte del recién estrenado retablo. El cabildo accedió a los solicitado, colaborando con la instalación de las barreras precisas en la plaza vieja y calle aledaña, así como dando las órdenes precisas para traer de la vacada del concejo los capones, bacas y ganado bravío que fueren menester para los encierros.

En el acta de la sesión celebrada el 10 de junio de 1745 (leg. 32, fot. 117) se recoge información sobre otro espectáculo de esta naturaleza, dando licencia al mayordomo de la cofradía del Santísimo Cristo para celebrar corridas de toros en sus inmediatas fiestas, cuyos beneficios se destinarían para los festejos de la sagrada imagen, habilitando con barreras la calle Llana y nombrando la comisión de festejos correspondiente.

Ya durante el nuevo régimen (a partir de la muerte de Fernando VII en 1833), las ferias adquirieron un extraordinario desarrollo en el contexto nacional, celebrándose con el imprescindible requisito de la autorización real. Y éste fue el caso de Azuaga, que la obtuvo en 1842, aunque por ahora no hemos podido acceder al documento que acredite tal privilegio. Sobre este particular, en el Libro de Actas Capitulares de 1842, en concreto la que recoge el pleno celebrado el 3 de septiembre del citado año (leg. 40, fot. 119), en el punto primero del orden del día se dio cuenta de la disposición tomada por S. A., el Regente del Reino (el general Espartero, duque de la Victoria, regente del reino durante parte de la minoría de edad de Isabel II), autorizando a la villa de Azuaga a celebrar feria los días 6, 7 y 8 de septiembre de cada año.

        La noticia fue recogida en la prensa de la época. En concreto, el Eco del Comercio, diario de Madrid, en su edición del 28 de Agosto de 1842 insertó la siguiente nota informativa:

Por resolución de 25 del corriente ha tenido é bien S. A. el regente del reino conceder a la villa de Azuaga, provincia de Badajoz, el permiso de celebrar una feria anual en los días 6, 7 y 8 del mes de setiembre.

        En años sucesivos, según hemos podido recoger del BOP de Badajoz, se publicitaba la feria azuagueña con anuncios como éste de 1844:

En los días 6, 7 y 8 de septiembre próximo se celebra en esta villa una feria libre de alcabalas y derechos. La población ofrece a los concurrentes toda clase de comodidades, buenas posadas y comestibles; y para los ganados de todas clases hay agua suficiente y pastos abundantes Y salidas en sus ventas por la situación del pueblo limítrofe a las Andalucías.
Lo que se anuncia al público para su conocimiento.
Azuaga, 11 de Agosto de 1844.
El presidente del Ayuntamiento, Francisco Ayala y Lobo.
Juan José Izquierdo, secretario.
 

Desde finales del XIX encontramos en la prensa de la época frecuentes referencias sobre la feria azuagueña, que confirman su celebración anual con normalidad. Por lo contrario, escasas son las alusiones recogidas en las actas capitulares, seguramente porque estas cuestiones se consideraban de menor importancia. No obstante, en la sesión de cabildo correspondiente al 4 de junio del 1893 (leg. 50, fot. 638) encontramos una de las pocas alusiones; se refiere a la organización del evento, acordando los ediles que las cantinas feriales no se situasen en la calle de la Merced, sino en la feria:

…o sea, en la Plaza del Cristo, o en otras casas a la salida de la calle de las Carrera o la Macarena (…) y que no se permita establecer en la vía pública durante la feria cantinas o puestos para la venta de bebidas alcohólicas; y que las buñolerías, tiendas de juguetes, dulces y demás puestos de feria se establezcan en el sitio en que se celebra esta, o sea, en la plaza del Cristo, como viene siendo desde tiempo inmemorial…

Si nos dejamos guiar por los cronistas de la época, lo menos lucido de la feria eran los festejos taurinos celebrados en el coso levantado a finales del XIX. De la página www.azuaga.es/portal/?D=36  recogemos lo que sigue:

A finales del XIX se construyó en Azuaga una plaza de toros que sustituía a una existente en la zona de "Fundición"; como estaba ejecutada a base de madera y de forma provisional se realizó ésta, a la que ahora nos referimos, excavada en un promontorio. Según apunta José A. Torquemada Daza en un trabajo de investigación sobre el ferrocarril en Azuaga, que recoge la revista Feria y fiestas Azuaga 99, existió cierta relación entre la construcción de la plaza de toros y la línea de ferrocarril…

Añadimos, que dicha línea se trazó para satisfacer la demanda de la importante cuenca minera de la zona, dándole salida al mineral, y a la significativa metalurgia en ella asentada, hasta Sevilla y los puertos de mar andaluces. Dentro de esta cuenca se localiza Azuaga, como el núcleo más importante de la zona extremeña, circunstancia que propició un importante incremento vecinal y la consecuente construcción de viviendas y ampliación del casco urbano, rotulándose en 1894 las nuevas calles Rey Don Pedro, Hernán Cortés,  Bailén, Espronceda, Colón, Muñoz Torrero, Pizarro, Pelayo, Cervantes y prolongaciones[1].  

Según la página web citada, la plaza de toros se inauguró en mayo de 1894, lidiando el matador Emilio Torres Reina (Bombita) el lote correspondiente, según hemos recogido de la prensa de la época, pues sobre este particular también existe un casi absoluto silencio en las actas capitulares. Así, en el Heraldo de Madrid, edición del  5 de abril 1894 aparece una sucinta nota informativa al respecto: Está terminándose en Azuaga la construcción de una plaza de toros, que inaugurará el diestro Bombita, matando reses de Benjumea, el día 3 del próximo Mayo.

Sin embargo, aunque el asunto no tenga mayor importancia, algo no cuadra en esta información. Entendemos, a la vista de la documentación consultada, que la plaza, seguramente aún por terminar, se estrenó un año antes, como se deduce de la escueta información recogida de la sesión capitular celebrada el 4 de junio de 1893 (leg. 50, fot. 642). Textualmente:

Se dio cuenta del bando publicado por el Sr. Alcalde, reglamentando el buen orden en las funciones de toros de esta villa, y el Ayuntamiento le prestó su unánime aprobación.

        La prensa de la época así lo confirma.  En la revista El Toreo, edición del 2 de mayo de 1893, se anunciaba: Mañana tendrá lugar la inauguración de la nueva plaza de Azuaga con una corrida de novillos, en la que estoqueará Manuel Calleja (Colorín). La otra importante revista taurina de la época, El Enano (edición del primero de mayo de 1893), corrobora la noticia anterior: Mañana inaugurará la plaza de Azuaga el diestro Manuel Calleja (Colorín).

        En cualquier caso, la plaza de toros azuagueña fue testigo de numerosos festejos taurinos, hasta su decaimiento en las postrimerías de la tristísima Guerra Civil, que entró en franca decadencia.


Sobre los festejos taurinos celebrados a principios del siglo XX, encontramos reiteradas noticias consultando la prensa de la época.  Así, de la revista especializada La Fiesta Nacional, en su edición del 19 de julio, recogemos la siguiente crónica taurina:

Azuaga, 29 de junio de 1907.
Con  un lleno completo se lidiaron en esta plaza tres novillos-toros de ganadería anónima por los diestros Manuel García (Redondo) y el negro Pedro Pérez (Facultades).
El ganado: en cuanto a la bravura delataron la economía de la empresa pues los tres fueron mansos.
Redondo, ni con el capote, ni con la muleta, ni con el pincho pudo este diestro agradar, pues a su primero después de una faena desastrosa y varios pinchazos a la media vuelta al escuchar el tercer aviso lo descabelló desde un burladero entre la protesta del público, y su segundo a petición general lo mató Facultades
Facultades al segundo de la tarde lo pasaportó después de una breve faena de muleta de tres medias en su sitio y una entera; del segundo se deshizo de dos pinchazos y una media en los mismos rubios.

Las corridas de toros no fueron precisamente lo más destacado de la feria, dado el escaso oficio de los toreros que solían contratarse. Como muestra, lean la crónica que el corresponsal local insertó en La Región Extremeña, edición del jueves 15 de septiembre de 1910:
 

La feria de 1914 fue bastante accidentada. En La Región Extremeña, edición del 18 de agosto de 1914, aparece el informe que el alcalde azuagueño dirigido al Sr. Gobernador, relatando los hechos acontecidos:


 

Según El Correo de la Mañana, edición del 11 de  1915, menos accidentada resultó la feria de dicho año, que se celebró siguiendo el siguiente programa:
 


        Y bajo esta tónica discurrieron los festejos feriales azuagueños hasta la Guerra Civil, destacando la aparición de dos importantes artistas locales en los prolegómenos de tan triste acontecimiento bélico, el más desafortunado de la trascendental Historia de España. Nos referimos a diestra local, Angelita Álamo, y al dúo de cantaores, hermanos Alejandre, Niños de Azuaga.

La primera y única noticia recogida sobre Angelita la encontramos en El Radical, edición del 26 de junio de 1934:


        Los Niños de Azuaga eran asiduos participantes en los más importantes festivales de la zona, detectando su presencia en las ferias de Azuaga, Almendralejos, Llerena, Mérida, Zafra…

 




[1] En la sesión capitular del 5 de abril de 1891(Leg.  fot.151) trataron sobre las próximas elecciones municipales, distribuyendo el pueblo en los tres distritos habituales. A saber:
-      El primero: plaza del Cristo, San Isidro, del Robledo, Humilladero, Carrera, Méndez Núñez, Extramuros, Sol, Recreo, San Gil, Lepanto, Santana, y Egido;
-      El segundo: La Merced, Cerro Alto, Cerro Bajo, Jabonería, Llana, Espirilla, Calleja de Ponce, Juan Ortiz, Nueva, Naranjos, Pilar, Barrito, Bonete, Fuentes, Mesones, Rastro, Sevilla, Coriana, y Cardenchosa.
-      Tercer distrito: Santiago, Ventilla, Cuatro Esquinas, Trajano, Laguna, Alconchel, San Blas, Iglesia, Carmen, Pizarra, Viriato, Retamalejo, San Pedro, Cañuelo, Larga, Pozo Santo, Córdoba y Olleros.

lunes, 7 de diciembre de 2015

INCENDIO DEL RETABLO MAYOR DE LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE CONSOLACIÓN DE AZUAGA EN 1888


 

        Nos referimos a una extraordinaria obra de arte de finales del XVI, en cuyo diseño y fabricación intervinieron artífices sevillanos y extremeños tan importantes como Juan de Oviedo, Juan Bautista Vázquez el Joven, Andrés Ocampos, Cristóbal Gutiérrez, Luis Hernández, Blas Martín, Vicente Perea… Su complejidad y elevado costo a cargo de las arcas concejiles, prolongaron su conclusión hasta 1615, según narra RAMÓN HERNÁNDEZ NIEVES (“El desaparecido retablo mayor de Nuestra Señora de Consolación de Azuaga”), cuyas primeras páginas fotografiamos a continuación:
 


     Pues bien, esta extraordinaria obra de arte fue pasto de las llamas en un incendio acaecido el 7 de agosto de 1888, triste suceso del que no hemos podido recoger información en las actas capitulares, silenciando el cabildo concejil cualquier referencia sobre el hecho. No obstante, en la prensa de la época sí hemos encontrado referencia al respecto, especialmente en aquella que se definía como anticlerical y republicana, como Las Dominicales del Libre Pensamiento, semanario muy arraigado en la Azuaga de la época, y en El Motín, semanario satírico y anticlerical por excelencia.

        En efecto, en el semanario Las Dominicales del Librepensamiento, edición del 20 de septiembre de 1888,  su corresponsal en Azuaga, Rafael Romero Naranjo, en carta dirigida a Ramón Chiés, uno de sus fundadores, narraba así los hechos:

EL FUEGO QUE PUEDE MÁS QUE LOS SANTOS

Azuaga, 7 de septiembre de 1888

Sr. Ramón Chiés:

Muy señor mío: Le escribo ésta con el objeto de poner en conocimiento de usted una noticia oportuna.

El día 7 de Agosto del año actual se incendió, a las nueve de la noche la iglesia de esta villa de una manera tan inesperada y con tal vigor, que causaba terror el ver el santo templo arder y en medio de aquellas terribles llamas los santos y santas. Ardía nuestro Padre Jesús Nazareno y otros de su familia que le acompañaban

Conmovidos los pobres de espíritu que se hallaban en la multitud, se arrojan al fuego para cortarlo, mientras los de la sotana clamaban a Dios llenos de santa fe, sin acertar a saber cómo consentía semejante catástrofe en su casa, y sin otro remedio se consolaban pensando que sería voluntad de la Divina Providencia.

Sin embargo, los pobres de espíritu con la  ayuda de Dios, cortaron el fuego, pero sin haber podido salvar Nuestro Padre Jesús, a San Juan Evangelista  y a la Virgen Magdalena, otra que no era Magdalena, ni a unos pocos de ángeles que se hallaban entre ello.

Todos perecieron entre aquellas terribles llamas, quedando reducidos a santas y frías cenizas. La causa de arder los santos y el haberse incendiado el retablo en qué estaban colocados.

Unas cortinas que, se hallaban, próximas al fuego no ardieron, porque estaban algo reservadas por unas columnas de madera del mismo retablo, que hasta entonces no se habían quemado por completo. Afirman los beatos que es milagro; yo les he contestado que si arrimo un tizón a las telas, no las salva ni el que hizo el Mundo de la nada.

Queda de usted su atento y seguro servidor, que lo felicita,

Rafael Romero Naranjo.

El semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento, de tanto arraigo y seguimiento en la Azuaga librepensadora de la época, comenzó a publicarse en Madrid, en 1883, siendo Ramón Chíes y Fernando Lozano Montes (Demófilo) sus fundadores. Por lo que hemos podido detectar, tuvo una buena acogida entre la mayor parte de la industriosa y proletaria vecindad de Azuaga de las últimas décadas del XIX y primera del XX, pueblo que el semanario presentaba como ejemplar baluarte del librepensamiento de la región.
De tendencia claramente republicana, radical, anticlerical, anticaciquil, anticapitalista y librepensadora, sufrió numerosas denuncias y secuestros en su corta historia, logrando sobrevivir hasta el 15 de julio de 1900, fecha de edición del último ejemplar de su primera etapa, donde se explicaban las razones por las que dejaba de publicarse: los reiterados secuestros sufridos por parte de la autoridad, amén de los numerosos pleitos en los que el semanario y sus redactores se veían envuelto. No obstante, unos meses después, impulsado por Fernando Lozano (Demófilo), en febrero de 1901 resurgió, ahora bajo el rótulo Las Dominicales. Semanario librepensador.

Desde el primer número, la cabecera del semanario aparecía custodiada por una sucesión de máximas que reflejan el popurrí ideológico que animaba a sus anticlericales, masones y republicanos redactores:
-      «No mates, no hurtes, no mientas, no prevariques, honra a tus padres; en suma, cumple la ley de Dios, amándole y sirviéndole.» Moisés.
-      «La fuente de la vida es la ciencia. En caso de duda, el juez supremo es la conciencia.» Manú.
-      «Conócete a ti mismo.» Sócrates.
-      «Trabaja para extirpar el mal. Embellece la tierra cubriéndola de vegetales y animales útiles.» Zoroastro.
-      «Todos los humanos son iguales. No hay otra diferencia entre ellos que las virtudes que poseen.» Buda.
-      «Amaos los unos a los otros. Sed perfectos como nuestro Padre que está en los cielos.» Jesús.
-      «La piedad no consiste en volver el rostro hacia Levante o al Poniente. Piadoso es el que socorre a los huérfanos, a los pobres, rescata los cautivos, observa la oración, da limosna, es paciente en la adversidad. El que es justo y teme a Dios clemente y misericordioso.» Mahoma.
-      «El paisano que labra, la mujer que arregla su casa, el magistrado que desempeña sus funciones, el obrero que trabaja, hacen una obra tan santa como el monje que ora y ayuna.» Lutero.
-      «Desde la India hasta la Francia el sol no ve más que una familia inmensa que debía regirse por las leyes del amor. Mortales, todos sois hermanos.» Voltaire.
-      «Haz el bien por el bien. No emplees jamás la humanidad como un simple medio... Respétala como un fin.» Kant.
-      «El hombre debe realizar bajo Dios la armonía de la Naturaleza y el Espíritu en forma de voluntad racional y por el puro bien.» Krause.
-      «Que la Verdad ostente todos sus esplendores en la tierra; que se desplomen los templos y caigan hechos polvo los tronos, y se sotierren bajo el fango los adoradores del vellocino de oro si se interponen en su camino. ¡Paso; paso a la Verdad divina!». El Espíritu del siglo.

Como ya adelantamos, Las Dominicales tenía en Azuaga un gran seguimiento, donde disponía de corresponsal propio, que informaba al resto de España de los principales acontecimiento de esta minera e industriosa zona de Azuaga. Así, en la edición correspondiente al 7 de junio de 1907, no se ahorran elogios algunos para destacar la fuerte implantación del librepensamiento entre los naturales de Azuaga, destacando la apostasía religiosa de una buena parte de sus vecinos:
En honor de Azuaga
Azuaga, sin duda es el pueblo que más actos civiles de todas clases ha efectuado, a excepción de San Vicente de Alcántara.
En Azuaga se verificó el entierro de un ingeniero de minas, francés, cuyo entierro fue protestante, asistiendo dos pastores de esta religión, simpatizando con dicho acto, no tan sólo la mayoría del vecindario, sino también las propias autoridades que asistieron a él.
En Azuaga tuvo lugar el 17 de Febrero pasado el entierro civil del que fue corresponsal de LAS DOMINICALES, El Motín y La Conciencia Libre, concejal del 73 y miembro varias veces de la Junta Municipal Republicana, D. Pedro Molina Sánchez.
A Azuaga le cupo la honra de haber Iniciado y contribuido a la dotación de una imprenta propia, al semanario La Conciencia Libre.
En Azuaga, a principios de Febrero pasado, varios librepensadores, y entre ellos la esposa del ya difunto D. Pedro Molina Sánchez, remitieron un certificado al señor juez de esta localidad, declarando separarse totalmente de las pragmáticas de la religión católica y acogiéndose en un todo a las leyes civiles.
En Azuaga, bastantes librepensadores tienen en el Centro Republicano un libro talonario al estilo del que hay en San Vicente de Alcántara, en el cual firman formalmente su emancipación total da la iglesia, siendo ya muchos los talones extendidos, no obstante estar funcionando hace veinte días.
Y por último, los librepensadores de Azuaga han contribuido, aunque humildemente, con su óbolo, a cuantas suscripciones se iniciaron para los monumentos de García Vao, Chíes, etc.

Parecidos elogios hemos podido recoger en la edición correspondiente al 14 de junio de 1907, resaltando el compromiso de los azuagueños y criticando el caciquismo y conservadurismos instaurados en pueblos como Zafra y Llerena, calificando a sus naturales de “carlistones”:
“A nuestros correligionarios de Azuaga”.
Amigos míos queridos: No me engañaron los que me dijeron que los caciques de aquellos pueblos de la provincia de Badajoz que lindan con los de la provincia de Córdoba, me esperaban con las armas en la mano.
Vosotros me contestáis diciendo que no y aduciendo como razones que a los caciques los habéis vencido, y que después de San Vicente sois el primer pueblo librepensador de España.
Me ha conmovido la noticia, pero me maravilla que no conozcáis a los de Zafra. Me habló de vosotros nuestro amigo querido don José, abogado y consultor legal de minas, domiciliado en Madrid, Puente de Vallecas, en donde es concejal republicano, y actualmente residente en la estación de Berlanga.
Me dijo que los de Berlanga, de Azuaga y de La Granja de Torrehermosa, estaban bastante bien organizados, pero que los de Llerena eran casi todos reaccionarios, neos y carlistones, y que en Zafra y Llerena hubiera sido recibido muy mal por parte de los caciques, y que en Azuaga o Berlanga hubiera podido sufrir algún disgusto, lo mismo que en La Granja de Torrehermosa… 

        Siguen los elogios en la edición del 12 de julio de 1907, según el siguiente texto:
Hora es ya de que rindamos justo y debido homenaje al segundo pueblo librepensador de Extremadura. Lo sería tanto, cuanto San Vicente de Alcántara, de su misma provincia, si como en aquel pueblo valiente hubiera un sólo jefe cuyas órdenes acataran todos. En Azuaga el elemento intelectual republicano y librepensador es mucho, y no hay una figura verdaderamente sobresaliente que se ponga al frente de todos y se haga cargo del movimiento. Son todos igualmente buenos, igualmente entusiastas, igualmente desinteresados e igualmente valientes como igualmente modestos.


Volviendo al asunto principal, el del incendio del retablo, insertamos a continuación la crónica de El Motín, un semanario satírico, republicano y anticlerical publicado entre 1881 y 1926. Tenía como principio criticar la política conservadora, defender al partido republicano y luchar contra el poder del clero, recurriendo con frecuencia a la caricaturas y la sátira. Buena prueba  de ello lo encontramos en su comentario sobre el incendio del retablo azuagueño, publicado en la edición correspondiente al 28 de agosto de 1888:

Me lo notificaron a raíz del suceso, y no quise creerlo. Me confirmaron después la noticia, y dudé. Después me lo han afirmado, y aún sigo dudando. ¿Será posible que aquel magnífico retablo que albergaba entre tantos primores de carpintería fina a San Juan Evangelista, a nuestro padre Jesús y a la Virgen de la Soledad, haya sido pasto de las llamas?

Increíble me parece; mas todos aseguran que es cierto, y hay que rendirse a la evidencia. ¿Qué opinarán las devotas que contaban sus cuitas a las sagradas imágenes, les pedían consejos que ellas prudentemente se abstenían de dar, y las colmaban de obsequios? ¿Qué dirán las que costearon y elaboraron al divino maestro aquel uniforme cuajado de galones, que daba gloria verle? ¿Qué las que sufragaban continuamente los triduos, octavas, novenas y demás ejercicios piadosos que se celebraban a diario? Y, sobre todo, ¿qué dirá el cura viendo carbonizadas aquellas efigies?

Triste cosa es pensarlo; pero esos percances entibian lastimosamente la fe. ¿Quién confiará en adelante sus asuntos a santos que no saben o no quieren librarse de los incendios? ¿Quién les llevará ofrendas para que sirvan de combustible el mejor día?

¡Llora, desventurado párroco, llora! Comprendo tu dolor y lo respeto. Ni las más sentidas quejas que exhales, ni las mismas lamentaciones de Jeremías que dirijas a tus feligreses, serán capaces de ablandarles y hacer que contribuyan para sustituir con otras las imágenes achicharradas. Han perdido la fe, y aunque de tu bolsillo costeases unos santos sustitutos, capaces serían de ponerlos a prueba de fuego, para tener la certeza de que no cifraban su amor y su devoción en cosas perecederas

¡Cuán diversos efectos hubieran surtido esas llamas, si en vez de cebarse en tan venerando retablo, lo hubieran hecho en la redacción de EL MOTÍN! Entonces sí que se hubieran convencido las almas piadosas de que Dios castiga a los impíos, y, llenas de fervor, hubieran acudido con cuantiosos donativos para solemnizar con un Te Deum el justo castigo de este periódico.

Mas, ¡ay!, los altos designios de la Providencia han querido que arda la iglesia y no este antro de perversión, y ahora estos impíos dirán, como de costumbre, que se ha incendiado la iglesia de Azuaga, ardiendo completamente el retablo y las imágenes de Cristo, la Virgen y San Juan Bautista, mientras su redacción continúa sin novedad. Sarcasmo impío que hiela la sangre en las venas, y que da clara idea de que la sociedad camina... al perfeccionamiento.